DANZA LAURA LEGAZCUE

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martes, 3 de enero de 2012

MAXIMILIANO GUERRA EL TEATRO A LA CALLE

Clarin.com Buenos Aires, Martes 03 de enero de 2012 SEGUINOS EN Twitter Facebook Rss Buscar EspectáculosTELEVISION & RADIO
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Maximiliano Guerra: "Hay que sacar el teatro a la calle"
Entrevista. Hará “Iván el terrible” a partir del 10, en el Auditorium de Mar del Plata. Aquí cuenta por qué eligió este clásico. Y habla de su mujer, que no sabe si podrá seguir bailando.

02.01.2012 | Por Marisol Parnofiello mparnofiello@clarin.com NOTAS RELACIONADAS
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Maximiliano Guerra Maximiliano Guerra tiene una estrella. Y no sólo esa que uno se imagina, la del talento, que también la tiene y cómo, sino otra, literal y de fuego puro. Se la regaló la NASA a principios de la década pasada junto con el Premio Constelación y así, este hombre de 44 años se convirtió en el primer latinoamericano en atesorar un lucero registrado en el firmamento.

Símbolo de pasión, Guerra brilla y en su brillar da luz a los integrantes de la compañía El Mercosur, que formó hace doce años para dar espacio a los talentos que no tenían dónde bailar. Y da luz al público que desde el 10 de enero, en el teatro Auditorium de Mar del Plata, podrá disfrutar del estreno mundial de una nueva versión de Iván el terrible , otro de esos hombres que de pasión supo y mucho.

¿Por qué este clásico? Estábamos haciendo Carmen con muchísimo éxito y como siempre llegó la pregunta: “¿Y ahora, qué hacemos?”. Pensamos miles de posibilidades y un día, en medio de una gira, terminamos de comer un asado en una escuela y Gabriela Pucci, la codirectora del ballet y mi coach, me esperó con dos papelitos. No podía elegir a ciegas. Me fijé y vi que uno era Iván el terrible . Me fascinó, porque era una asignatura pendiente. Es un personaje de la historia muy bello.

¿Qué te maravilla de él? Tiene un arco amplísimo que va desde las masacres que hizo hasta su parte heroica. Lo llamaron “el Zar de todas las Rusias”, porque logró reunirlas con la ayuda del pueblo, que le permitió recuperar su trono. Gobernó muchos años y muy bien. Bajó el analfabetismo y sufrió. Sufrió mucho, porque le mataron a sus padres y a su esposa delante de sus ojos. Ese amor intensísimo por Anastasia y su muerte es lo que lo vuelca verdaderamente a la locura. Y también está su enfermedad, la sífilis, que en ese momento se trataba con mercurio, una sustancia que produce alucinaciones. Me parece muy fascinante, quizá por la predisposición que tenía a gobernar democráticamente allá por 1500.

Su historia es colosal, ¿cómo será tu versión? Me pareció que lo mejor era contar cómo lo veo yo a Iván. La adaptación teatral la hizo Manuel Callau. Voy a hacer un ballet de 40 minutos que va a contar los hitos principales de su vida, a través del recuerdo de su última hora, cuando está por morir. Hay cosas que va a revivir en esos minutos y otras que va a preferir no recordar.

No recordar. Una frase que Maximiliano repite, esta vez para sí mismo, cuando alude a ese momento del 2011 en el que su estrella parecía apagarse. Fue en octubre, cuando en plena función de Carmen , ballet que protagonizaba con su esposa de 34 años, Patricia Baca Urquiza, ella sintió un fuerte dolor en el pecho. Maximiliano la sostuvo en el escenario hasta finalizar la función y más allá: hasta que los paramédicos le informaron que había tenido un infarto, hasta que le realizaron una angioplastía y le colocaron cuatro stents, hasta que los doctores anunciaron quizás lo más duro que un artista de su categoría puede escuchar.

¿Cómo lo viviste? Cuando te pasa algo así, se te de-sequilibran la casa y los sentimientos. Ella ahora está perfecta, pero le queda mucho miedo y a vos se te llenan los bolsillos de preguntas. Si ella fumaba doce cigarrillos por día, era un montón. Así que no fue por el tabaquismo. Tampoco tiene grasa en las arterias, no hay antecedentes en la familia. Nada por lo que vos puedas decir: “Fue esto”. Nada. Y sin embargo, pasó. Te tenés que reacomodar y eso cuesta. Pero todo pasa por algo, todo es experiencia, hasta lo malo es un aprendizaje para fortalecerte y para seguir con otra mirada sobre la vida. Ella me acompaña, me apoya. No puede bailar por ahora y no se sabe si va a poder volver a bailar. Patricia es mi musa inspiradora.

Estás rodeado de mujeres, por tu trabajo y por tu familia.

Sí. Mi hija mayor, Micaela (fruto de su primer matrimonio), acaba de terminar el secundario y la admitieron en la Universidad de Nueva York para estudiar comedia musical. A Azul le gusta hacer teatro y cantar, y a Zoe, bailar. Las veo crecer bien y eso me pone feliz.

A Maximiliano parecen colmarlo las cosas chiquitas. Habla del descenso de River con la misma intensidad con la que habla de sus vueltas al mundo. Y habla de consciencia social. El, que es padrino de la Fundación Garrahan y que por las sombras y sin mucha pompa está ahí, firme, en los encuentros solidarios a los que se lo convoca. “Hacer algo por el otro”, dice una y otra vez.

¿Qué es “lo popular” para vos? Cuando tenía 20 años, veía que estaba todo muy acartonado, muy metido en el teatro. Me daba cuenta de que la gente no sabía que la danza era placentera, que ver un ballet es tan lindo como mirar un cuadro: no se trata de saber un montón, sino de sentarse a disfrutarlo. Entonces una vez, yo vivía en Londres, en la época de Menem, y el intendente de Buenos Aires era (Carlos) Grosso. Me contratan del Colón para bailar El lago de los cisnes . Eran cuatro días. Me vine y nadie me avisó que el Colón estaba cerrado. Entonces dije: “Hagamos una cosa. Vos me lo vas a pagar igual y yo quiero bailar. Dáselo gratis a la gente”. Mi propuesta fue: “Saquemos el Colón a la calle”. Hicimos un escenario ahí, en la puerta. Estaba llenísimo, la gente quería eso. Como artista, yo soy un juglar, así nacimos, así que… a pasear. A veces, a la gente el Colón le da miedo.

¿Y cómo ves la danza en la tele? Hernán Piquín ganó “Bailando por un sueño”… No miro tele. Hace unos años hice una apertura de “Bailando…” con mi mujer. Creo que es importante que la danza sea popular, pero que lo utilicemos para otras cosas, no. Hernán es un gran bailarín. Estuvo en mi compañía cuando era jovencito, estuvo con Julio (Bocca). Es un gran talentoso, lo único que digo es que para mí es una pena que esté haciendo eso y que no esté en un escenario, como corresponde, que es como se debería ver a esos bailarines. Pero cada uno elige su camino. Ya lo decía Antonio Machado: “Caminante no hay camino/ se hace camino al andar”. Y ese camino nadie sabe cómo es.

¿Cuál es tu mirada sobre la mujer? Es la mirada de lo que llamo un verdadero hombre. Con mucho respeto, con mucha admiración, porque la mujer puede dar vida. En principio, el cuerpo para los bailarines es un instrumento de trabajo. Después está la parte erógena que todos tenemos. El cuerpo de la mujer es bello, hay que admirarlo y respetarlo mucho. La mujer es un humano y su cuerpo no es un objeto disparador de morbo, ni es un objeto sexual, ni algo que puedas manipular. Es como si tuvieras una copa de cristal muy frágil a la que hay que cuidar.

¿Qué sentís cuando bailás? Siento mucha libertad. Una profunda necesidad de entrega y mucha alegría de poder hacerlo. Siento pasión. Desde chico lo comparaba y muchas veces me cargaban. Para mí es como hacer el amor. Tenés ese momento en el que todo vale, en el que todo cuenta: es el olor, la mirada, el tacto. Toda esa intensidad de los dos cuerpos. Eso es lo que pasa, o lo que debería pasar entre el artista y el público.

¿Y si falla? (Maximiliano se sonroja y ríe) Nunca me pasó. Pero supongo que hay segundas oportunidades...

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